De calacas y catrinas: celebración de muertos en México

El día de Muertos es la más importante celebración de los mexicanos. Estuvimos allí y estas son nuestras impresiones

Por John Brian Cubaque*

Hacía tiempo queríamos conocer México y se nos dio la oportunidad en una fecha afortunada; El día de muertos, que realmente es casi una semana, pues se celebra desde el 28 de octubre (día de los muertos inocentes), pasando por el 30 (día de los muertos con violencia) y finaliza el 2 de noviembre, que es el de todos los muertos, día en el que finalizan las celebraciones y se visitan los cementerios.

Celebración ancestral

Las ofrendas del día de muertos con altares, provienen de los antepasados prehispánicos. Esta era una celebración dedicada al señor de los muertos, Mictlantecuhtli. Se han encontrado varias esculturas en piedra dedicadas a esta deidad, así como de la celebración de la fiesta del Xiumolpillia que consistía en recoger atados de 52 varas que se quemaban en un altar junto a una víctima joven, para conmemorar la finalización de un ciclo de 52 años y el comienzo de uno nuevo2; esa ceniza era guardada en un altar de piedra, decorado con cráneos y huesos cruzados en relieve llamado el mausoleo de los siglos, que era el sepulcro de los años. Todas estas referencias ancestrales muestran como los mexicas eran cultores de la muerte.

El sincretismo con el catolicismo hizo que la tradicional celebración de todos los santos (2 de noviembre) coincidiese con esas ofrendas, por la conveniencia de los españoles a que los indios la asimilaran y se convirtieran a la nueva religión.

Dos representaciones del señor de los muertos, Mictlantecuhtli. Museo Nacional de Antropología. Fotos: John Brian Cubaque

Mixquic y la tradición de día de muertos

A una hora del DF se encuentra Mixquic, un pueblito de origen prehispánico de ascendencia mexica. Allí las tradiciones se conservan muy arraigadas y en muchas de las casas se hacen ofrendas para sus “muertitos” que pueden ser vistas y recorridas con respeto por los visitantes. Los pétalos anaranjados de cempasuchilt, flor endémica de México, flor sagrada, símbolo de vida y muerte, indican el camino de los muertos y da entrada al altar ofrendado por sus familiares.

Camino al altar realizado con pétalos de cempasúchilt, en una casa de Mixquic. Fotos: John Brian Cubaque
Dos altares de muertos en Mixquic. Fotos: John Brian Cubaque
Celebración en el cementerio de Mixquic. Foto: Trino Soriano

En este altar se encuentran, en medio de velones, las fotografías de los difuntos, rodeadas de lo que más les gustó en vida: frutas, cereales como maíz y fríjoles, comidas de su agrado, agua y los infaltables licores: el mezcal, el tequila y el pulque, así como el pan de muertos, pan dulce y anisado que se le deja al difunto para endulzarle su largo camino hacia el anhelado descanso. Incluyen además las tradicionales imágenes en papel picado, algunas de ellas, verdaderas obras de arte.

El pueblo entero vive la fiesta de los muertos. En todas partes hay calacas y catrinas, algunas inmensas, en cartón piedra, atravesadas en las calles; están en carteles, en pegatinas, en camisetas con colores fosforescentes, en dulces, en cerámicas, en panes, aunque las hay también vivitas y posando al mejor postor, en los desfiles o cerca del cementerio. A propósito, también se ofrecen maquillajes de catrinas o esqueletos para quien quiera estar inmerso en la festividad.

Calle con ofrenda y catrinas (en grafiti, la de JG Posada) en una calle de Mixquic. Nótese, a la derecha, cómo el nombre del poblado está escrito con huesos. Foto: John Brian Cubaque
Venta de recuerdos y camisetas conmemorativos de Día de muertos en Mixquic. Foto: John Brian Cubaque

El día 2 de noviembre es el más concurrido y tiene como epílogo la visita al cementerio a medianoche, para homenajear a todos sus muertos, celebrar su vida y para ayudarlos en el camino hacia el más allá.

La catrina y las calacas de Guadalupe Posada

En medio de todo esto está la famosa catrina, célebre personaje calavérico, con aspecto femenino, sonriente y con amplio sombrero mexicano en forma de sombrilla, adornado de plumas y flores, creado por el artista-grabador José Guadalupe Posada (1852-1913), quien originalmente la llamó la Garbancera y que posteriormente el pintor Diego Rivera en su mural «Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central»[1] la ayudó a popularizar con el nombre de Catrina, al colocarla en el centro de la composición junto a su creador y poniéndose él mismo como un jovencito, acompañado de Frida, a su lado.

Grabado original de la Garbancera o catrina original de José Guadalupe Posada.

Muchos de los personajes ideados por Posada son caricaturas esqueléticas que representan situaciones de crítica social. Éstos esqueletos y calaveras son conocidos como calacas. Ellos han penetrado en el imaginario popular y ahora identifican la fiesta de muertos. Son risueños, descarados, rumberos, fumadores de tabaco, bebedores, bien vestidos o desarrapados, todos, en todo caso, dejan saber el fin último que nos espera.

Las calacas y catrinas están presentes en todas partes: en los altares, en la publicidad, en personajes que se visten y pintan como ellos y salen a recorrer las calles; incluso como guardianes en los altares y por supuesto, en los recuerdos de turista. Sin estos personajes la fiesta de muertos no sería igual. Porque finalmente, es la representación de la muerte, pero de la muerte ‘viva’. Están concebidos con mucho humor y con una carga de crítica mordaz.

Catrina y Calacas como recuerdos de Día de muertos. Museo de artes populares de Coyoacán. Foto: John Brian Cubaque
Una Catrina de gran tamaño para la foto de recuerdo de la fiesta mexicana. Foto: Milena Vargas

 El Día de muertos es una celebración amorosa, un canto a la vida y a la tradición. Un homenaje sentido pero alegre a los difuntos por su paso a una instancia tranquila y sosegada. Es un rito ancestral y religioso, pero también es una celebración de la muerte; señala el camino que todos vamos a trasegar, sin temores, menos doloroso, la muerte vista de manera natural, el último paso, el paso final de la vida, un paso a la trascendencia, que debemos aceptar sin ambages y que, con la visión positiva de los mexicanos, más bien debería alegrarnos.

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*John Brian Cubaque Rey (1954) es Diseñador gráfico, especializado en diseño editorial, investigador y docente universitario. Ex periodista gráfico de la revista Semana y de la Agencia nacional de noticias CIEP. Actualmente es editor de quintopiso.net, revista virtual dedicada al bienestar, respeto y empoderamiento de personas mayores de 50 años.

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Detalle del mural «Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central» del pintor Diego Rivera. Foto: Museo del Mural.

[1] El Mural realizado al fresco por Diego Rivera, cuenta la historia de México en tres momentos con sus personajes destacados: La conquista y la colonia; la independencia y las intervenciones extranjeras; y los movimientos campesinos y la revolución. Tuvo un difícil trasegar, pues fue encargado para el hotel del Prado en 1947. Sufrió un atentado en 1948 y por presión de la iglesia le fue borrada la frase “Dios no existe” que estaba escrita sobre un pergamino. Rivera la cambió por “Conferencia en la Academia de Letrán, el año de 1836”, que hace alusión al texto borrado. En El Prado permaneció hasta 1985, cuando un terremoto destruyó el edificio y tuvo que ser removido y trasladado al parqueadero del hotel Regis, sitio en donde posteriormente se construyó en 1988, la que es su actual ubicación: el Museo Mural Diego Rivera en Ciudad de México.

2. Esta celebración esta descrita en el Códice borbonico, y según los arqueólogos, el fin de ese ciclo de 52 años se consideraba el fin de la vida y el nacimiento de un nuevo sol (que duraba otros 52 años), pero también temían que fuera el fin de la existencia, por esa razón quemaban todas sus pertenencias y les colocaban máscaras a los niños y a las mujeres embarazadas para protejerlos de esa posible catástrofe. Mientras, los sacerdotes encendían el fuego nuevo que permanecía encendido hasta el día siguiente, cuando se despejaban los temores y se daba inicio al nuevo ciclo.

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